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Por Salena Zito

CLEVELAND, SEÑORITA. - Era una trampa tan fácil de caer.

Jennifer Williams sólo necesitaba $100 más para llegar a su próxima paga. En 2006, acababa de empezar a dar clases en el instituto local y el dinero escaseaba.

La joven, que entonces tenía 24 años, sabía que ningún banco le daría dinero por sus hábitos de gasto en la universidad. "Si había un libro de texto para hacerlo todo mal, pues yo lo hice y arruiné mi crédito", explicó.

Preguntó a un compañero cómo se las arreglaba para llegar a fin de mes y le indicaron uno de esos edificios de color amarillo chillón con un cartel parpadeante de "CASH" en la fachada, que le concedió el préstamo que necesitaba.

"Al principio me prestaron $400. Tuve que pagar una cuota de $87 al mes para devolverlo", dijo Williams.

No podía pagar las comisiones. Tres años más tarde, debía casi $5.000 a nueve prestamistas diferentes, en nueve lugares distintos, y estaba totalmente desbordada.

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